Escritores como Antonio Machado, Gerardo Diego o Bécquer, se enamoraron de la ciudad. La mejor forma de conocer la capital es perderse por sus calles y plazas, que ofrecen numerosas paradas para contemplar iglesias como la de Santo Domingo, considerada una de las más bellas muestras del románico de España. La ermita del Mirón, que cuenta en su plazoleta con un busto de San Saturio, patrón de la ciudad.
El monasterio de San Juan de Duero, donde lo más llamativo es el impresionante claustro, que conserva las cuatro crujías, con una sorprendente colección de estilos en su ejecución.
El río Duero, nada mejor que un paseo machadiano entre los álamos desde el monasterio de San Polo a la ermita de San Saturio. Esta última de estilo barroco, se levanta sobre una gruta eremítica visigoda situada a las orillas del río Duero.
Otra de las señas de identidad y pulmón se la ciudad es la Alameda de Cervantes, más conocido entre los sorianos como “La Dehesa”, donde todavía se respira el pasado trashumante de la ciudad, muestra de ello es la escultura del mastín situada en el antiguo abrevadero de ganado. Un paseo por sus jardines o un momento de descanso donde contemplar a las simpáticas ardillas que saltan entre los árboles.